1 comentarios

Generación JASP

Hará unos dos añitos, escribí una encendida réplica a un artículo que José Luis Barbería publicó en El País sobre la generación ni-ni. Desde que tengo uso de razón, he escuchado cómo a mi generación, nacida en los 70 y que ahora estamos entre los 30 y 40, se le ponía etiquetas que nunca acertaban con la realidad. Generación light, del quinto centenario, Kronen (por el libro aquél), acid house, bacalaera, indi y demás gilipolleces.


No voy a entrar en el lloriqueo demagogo de que nosotros fuimos los que empezamos nuestra niñez con el blanco y negro y la terminamos con el color y los ordenadores. Para eso hay muchos reenvíos de correos electrónicos en los que se explica mucho mejor. Cada generación tiene su épica y, aunque realmente somos nosotros los verdaderos afectados del período "post digital", los que no crecimos con Internet ni con la informática pero tuvimos que adaptarnos más mal que bien, sí sufrimos las consecuencias de la resaca post yuppie ochentena, con exigencias de triunfos rápidos, y las desilusiones del sueño puntocom. Esto sólo para empezar nuestra vida adulta. Mientras tanto y después, vendrían las sucesivas decepciones morales, alumbradas por una clase política a la que cada vez le importa menos el ciudadano.

Iniciaba aquél artículo hablando de cómo me tocaba los huevos que se calificara a toda una generación como ni-ni, cuando en 2009 aún había un porcentaje residual de jóvenes a los que no les interesaba ni trabajar ni estudiar, digo yo que porque se lo podían permitir. Las conclusiones cainitas del jodido artículo influían e influyen en la perspectiva y el punto de vista con el que nos miran por encima del hombro nuestros hermanos mayores.

Transcribo algunas de las reflexiones de aquél escrito:

En su momento todo empezó como una broma inocente, una denominación heredada de los 60. La Generación X, la que ha vivido "todo lo que nosotros no tuvimos", aquella cuya niñez estuvo marcada por Sandokán, los payasos de la tele y la Bola de Cristal, y el fin de su adolescencia por las pantallas TFT, internet y los teléfonos móviles de tercera generación. Para empezar, el rechazo de la envidia malsana, el, supuestamente, tenerlo todo hecho, incluso el relativamente fácil acceso a la universidad.

Nos quemarnos las pestañas estudiando mientras la generación precedente se enriquecía con la cultura yuppie, nos prepararnos con idiomas, informática, bases de datos u hojas de cálculo, mientras rebotados de la FP ("si el niño no estudia, a la FP y que sea barrendero") se empleaban de programadores en SAP, LOTUS notes o especialistas de HTML. La lástima es que cuando terminamos las carreras y empezamos en el mundo laboral, nos encontramos el bosque quemado, los sitios ocupados, el intrusismo estandarizado, el pastel repartido. Eso, y una tragedia en ciernes llamada "acceso a la vivienda".

Por no hablar de la burbuja de las punto com a punto de explotar como un grano de pus, del "empleo para todos" por ochenta mil pesetas (480 euros) a 30 km de tu casa (eso el que tuviera suerte), y Fernando Arrabal hablando del milenarismo de los cojones. En 1998 llevaba un año trabajando de experto informático de hardware (aprendiendo sobre la marcha, porque tras 3 años de carrera técnica no sabía absolutamente nada) por 40 mil pesetas al mes (240 euros), terminando una ingeniería con la que sabía que no iba a encontrar trabajo en España a menos que me dedicara a programar (no soy informático), y un señor bajito y malencarado decía que "España va bien".

Parta como premisa fundamental que esta "Generación X" (o la Y, o la NET, que para eso somos compañeros de desgracias, o como se nos quiera llamar) si ahora se le llama jactanciosamente ni-ni, que sea porque ni quiere vivir con sus padres, ni quiere estar en paro, ni quiere un sueldo de mierda, ni disfruta no ejerciendo de sus estudios universitarios, ni no practicando sus 3 idiomas, ni tirando el dinero en masters que no se valoran, ni conduciendo coches con 10 años, ni quiere callarse por miedo al despido cuando su jefe demuestra su ineptitud, ni quiere pagar hipotecas abusivas, ni le encanta hacer miles de horas extras, ni tener que recurrir a los padres para hacer frente a las deudas, ni trabajar de camarero con dos licenciaturas, ni optar a puestos de becario con treinta y pico años, ni bailar de trabajo en trabajo cuando se termina el contrato temporal, ni cruzarse de brazos al ser las víctimas de la ambición desmedida, las mentiras, la cultura del pelotazo, de los timadores infames que nos han llevado a esta situación: los bancos, y los que han consentido a los bancos. Y es que la banca siempre gana.

, vivimos con nuestros padres y no nos independizamos y vamos de trabajo en trabajo y sufrimos hipotecas abusivas y no nos casamos y tenemos hijos más mayores y no nos creemos nada de lo que dicen los políticos (o nos creemos todo) y nos la sudan los problemas del estado, comunidades o manifestaciones universitarias. Y sí, tendemos a aprovecharnos de las circunstancias, a aprovechar el momento, a irnos lo más lejos posible cada vez que hay un puente o una fiesta que cuadre. Y si nos importa un huevo el futuro y vivimos el "sálvese quien pueda", es porque nos lo habeis enseñado vosotros, Generación de la A a la W, es vuestra herencia de inmovilismo, sacralización, conformismo, hippies piojosos fumadores lisérgicos, reconvertidos en respetables trepas sociales que vivís moralmente de aleccionarnos con las batallitas de correr delante de los grises mientras vuestra generación acumula los Bin Laden y nos dejais el mileurismo a nosotros, y os permitís el lujo de darnos lecciones éticas sobre lo que debemos hacer. Miraos al espejo y recordad vuestra esperanza cuando bailabais pogos en los conciertos de los Ramones y os poníais ciegos en los mítines del PCE, porque a nosotros no nos queda ni esperanza, ni música, ni ideales (de eso ya os encargásteis al cambiar los bachilleres por LOEs, LOGSEs, ESOs, y ahora con el plan de Bolonia). Bastante tenemos con ocultar nuestra preparación (la mejor de la historia, o eso dicen) para no ofender vuestras "licenciaturas en la vida", y ocultar nuestra opinión sobre vuestras justificaciones con la especulación inmobiliaria que ha arruinado a nuestra generación.

Hoy, dos años después de escribir esto, ese 2% de ni-ni que daba nombre a parte de mi generación en aquél momento, se ha reducido a un representativo 1% y bajando. Ha aumentado su formación, su ocupación, e incluso su vergüenza torera al hacerse cargo de responsabilidades familiares y domésticas. Sin embargo, en publicaciones como El Mundo se sigue generalizando, y la protesta pacífica del pasado 8 de abril, boicoteada por los imbéciles violentos de siempre, se la califica de “manifestación ni-ni”. Una manifestación repleta de universitarios, padres, profesores, parados, estudiantes y trabajadores precarios.

Si vamos a ser estrictos, llamemos a mi generación JASP (“Joven Aunque Sobradamente Preparado”, ¿te acuerdas?). El spot fue una risa (“¿Trabajar o hacer un máster en Estados Unidos?”) por lo fuera de la realidad que estaba en aquél momento. Hoy en día, cuando tu jefe no sabe enviar un archivo adjunto en un email, decir una frase coherente en inglés y cobra el triple que tú, sólo sientes lástima por ti mismo, por el tiempo perdido haciendo el gilipollas preparándote, en vez de medrar por un trabajo mejor remunerado en el que ni formación ni aptitud pueden competir con antigüedad o enchufes. Ahora serías más gañán, pero cobrarías tus miles de euros todos los meses.


En 1855, el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish le escribió al presidente de los Estados Unidos: "No hemos heredado la tierra de nuestros padres, la hemos tomado prestada de nuestros hijos".

Gracias por vuestra herencia, la libertad de poder hablar de esto es su fruto y haremos uso de ella si nos apetece. Gracias por la tragedia que nos habeis dejado, desde luego es un gran reto hacerlo mejor con la siguiente generación.